Ibáñez no fue derrotado por un golpe de estado si no que por la crisis económica mundial. El efecto del crack de la Bolsa de Nueva York se sintió en Chile con un buen período de distancia. Recién a finales de 1930 se empezó a vivir las primeras restricciones, que anunciarían una de las crisis más graves de la historia de Chile.
El precio del salitre y del cobre se derrumbaron, mientras que Estados Unidos y naciones europeas imponían altos impuestos a la importación de productos. El desempleo en las minas del norte alcanzó en pocas semanas a varias decenas de miles de personas. En 1931 se cortó el flujo de crédito internacional, dejando virtualmente en la bancarrota al estado.
La reacción del gobierno, cualesquiera que fuera, era inoperante ante una crisis de esta magnitud. Pese a que se elevaron los impuestos a las exportaciones (71%), se estableció restricción a la salida de divisas, Ibáñez fue incapaz de mantener los pagos externos, mientras que las importaciones se tragaron el oro de las reservas. El 13 de julio designó un Gabinete de Salvación Nacional con Pedro Blanquier y Estaban Montero. La combinación fue fatal, puesto que mientras Blanquier desvelaba el catastrófico estado de las finanzas, Montero levantaba la censura con la consecuente reacción del público.
Los estudiantes de las universidades de Chile y Católica se tomaron las calles, los colegios médicos y de abogados se sumaron, la represión policial no se hizo esperar y llegaron a matar a más de diez personas. Eso fue el punto final de Ibáñez. Ante los hechos consumados, renunció el 26 de julio y partió al exilio al día siguiente. El Congreso proclamó entonces presidente al recién asumido Ministro del Interior Juan Esteban Montero.
Éste poco podía hacer ante esta grave situación. Se establecieron comités de ayuda a la cada vez más grande masa de cesantes que empezaron a emigrar a las ciudades. Mientras tanto Alessandri había regresado a Chile y se inició la carrera por la presidencia entre ambos dos, de la cual salió triunfador Montero (64% de los votos el 4 de octubre de 1931).
Apenas reasumió su rol de presidente (diciembre de aquel año) tuvo que sofocar la gravísima sublevación de la Escuadra, cuando elementos revolucionarios se tomaron los buques y los fondearon en la Bahía de Coquimbo. Pese a que el putch fue finalmente controlado (los amotinados se rindieron pacíficamente), quedó de manifiesto la debilidad del gobierno. Al poco tiempo se descubrieron dentro de un plazo muy breve tres intentonas golpistas que fueron sofocadas. Finalmente los intentos llegaron a puerto y, en la tarde del 4 de junio de 1932 aviones que partieron de la base aérea de El Bosque atemorizaron al gobierno reunido en La Moneda, que renunció en pleno. Ante estos hechos se ocupó el poder y los líderes de la revuelta, Marmaduke Grove, Carlos Dávila y Eugenio Matte, proclamaron la República Socialista de Chile y el fin del capitalismo.
Los acontecimientos eran frenéticos. La Junta que gobernaba la República Socialista disolvió el Congreso, ordenó a la Caja de Crédito Popular (la Tía Rica) la devolución de los bienes dejados en prenda y decretó tres días de feriado bancario seguido de fuerte restricciones. La Junta como tal no duró ni dos semanas, ya que Grove no tenía tiempo para Dávila ni este para Grove y Matte. En una acción coordinada, el 16 de julio asaltó el Palacio y desterró a Grove y Matte a Isla de Pascua. El gobierno de Dávila, que se designó presidente provisional el 8 de julio, duró apenas 100 días. El verdadero árbitro de los acontecimientos, el Ejército no estaba dispuesto para las quimeras socialistas de Dávila en materia económica, y bajo circunstancias parecidas, el 13 de septiembre Dávila traspasó el poder a su Ministro del Interior, el ibañista general Guillermo Blanche Espejo. Este último terminó igual que sus predecesores, al dar largas al asunto de la elección presidencial, y ante el amotinamiento de las guarniciones de Antofagasta y de Concepción entregó el poder al presidente de la Corte Suprema de Chile, don Abraham Oyanedel Urrutia, quien convocó a elecciones.
Ante esta disyuntiva los votantes recordaron al único de los candidatos cuyo nombre ofrecía estabilidad y retorno a un gobierno civil: Alessandri. Éste obtuvo el 54% de los votos, aunque hay que destacar que el todavía relegado coronel Marmaduke Grove obtuvo un no despreciable segundo lugar con el 18% de los votos.
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