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domingo, 16 de noviembre de 2008

Historia de la Ciudad de Concepcion, La Perla del Bio-Bio

Rucas mapuches en PencoLos araucanos no construyeron aldeas al estilo español. Vivían en rucas, donde alojaba toda la familia: el padre, sus varias mujeres, los hijos, parientes y allegados. Varias rucas separadas unas de otras, formaban una comunidad autónoma, pero independiente, que se asemejaba más al caserío que a la aldea. Según el padre Diego de Rosales, que escribió su Historia de Chile en el siglo XVII, los mapuches "no hacen las casas juntas ni en forma de pueblo, que de esto huyen con grande extremo por temor de los hechiceros, que dicen que estando juntos los pueblos los acaban más aprisa y así mismo los españoles los hallan muy juntos para hacerles la guerra…".

Agrega el padre Rosales "que los indios no hacen sus casas -que comúnmente llaman ranchos y en su lengua Tabú- ni de piedra, ni ladrillo, sino de madera, cubiertas con paja, de que tienen gran variedad, porque unos las cubren con junquillos, otros con carrizo y otros con cortaderas y en una parte lleva un género de estos la tierra, y en otras, otro, y en cada una se acomodan con lo que hallan. La armazón es de unas varas largas, clavadas en el suelo, ya en redondo, ya en cuadrado, las cuales, juntas arriba y entretejiendo varillas delgadas a los lados, y cubriéndola con paja, haciendo escalerillas de una paja sobre otra, queda hecha la casa, sin más arquitectura, sin más trabajo ni dificultad".
Nos dice el historiador que es costumbre asentada que el que hace una casa de éstas convoca a toda su parentela y a los de la provincia. Y la casa debe hacerse en tres tiempos y en tres veces y cada vez debe hacerse una fiesta en que se baila, come y bebe 3 ó 4 días. La primera fiesta es al clavarlas varas en el suelo; la segunda, al envarillar alrededor y la última, al cubrir de paja. En la construcción no trabajan los dueños, sino la parentela y amigos, a quienes se les paga con comida y chicha. Los caciques tenían su vanidad en que las fiestas de su casa durasen varios días, sobre todo la última, "que hacen al cubrirla".El capitán Juan Bautista Pastene, nombrado por Pedro de Valdivia su Capitán y Teniente General de la Mar, (agosto de 1544) con plenísimas atribuciones, recibió el encargo del Gobernador de navegar ciento cincuenta o doscientas leguas hacia el Estrecho de Magallanes, o sólo hasta donde su prudencia le aconsejase: de explorar las costas, reconocer y dar nombre a los puertos, ríos e islas descubiertos, tomando posesión de los nuevos territorios, favoreciendo al Maestre de Campo, etc.

El 3 de septiembre de aquel año le extendió el poder en Valparaíso y le entregó, con las armas imperiales, y debajo de ellas las suyas propias, el estandarte del rey. Pastene navegaría en su propio barco, el San Pedro, y le acompañaban entre otros Jerónimo de Alderete, Tesorero de Su Majestad, el escribano Juan de Cárdenas y el resto del equipaje. De regreso de la expedición al sur, creyó oportuno Alderete realizar un quinto y último acto posesorio en la provincia de Arauco, frente a desembocadura del Biobío, lo que hizo desde la cubierta del navío, por impedirlo hacerlo de otra forma el gran temporal reinante, tomando posesión en nombre del Rey de las costas y bahía de Concepción, comprendidas en la "provincia de Arauco".

En sus campañas de 1546, el conquistador Pedro de Valdivia, deseoso de fundar una ciudad en el Sur de Chile, llegó hasta las orillas del Biobío y reconoció la bahía después llamada de Concepción, sufriendo en Quilicura un feroz ataque de los indios, que Góngora Marmolejo calcula en la increíble suma de ochenta mil.

Desengañado por entonces de hacer fundaciones en tierras de "ulmenes", dio la vuelta hacia Santiago, siempre más dulce, pero no descartó la idea de clavar a orillas del Biobío la bandera de Carlos V.

Batalla de Andalién

En febrero de 1550 Valdivia expedicionó nuevamente desde Santiago, con doscientos soldados bien armados y buen contingente de indios, y en el valle de Andalién, asiento de la actual Concepción, cercano al Biobío, acampó su fatigada tropa. Aquella noche, 22 de febrero, mientras velaban los vigías, las huestes del conquistador fueron atacadas por un formidable ejército indio. Tiene razón Daniel de la Vega cuando evocando el actual Concepción dice: La tropa de don Pedro de Valdivia acampó en esta tierra una mañana y en este mismo sitio se estrellaron arcabuces y lanzas.


Después de la batalla del Andalién, el 25 de febrero de 1550, Valdivia trasladó su campo a orillas del mar. Allí esperaría el apoyo que traerían los buques que debían arribar desde Valparaíso.

En un paraje llamado por los indígenas Pegneo o Penco, situado en la marina, decidió fundar la ciudad castrense, frente al indio bravo. Era lugar hermosísimo, rodeado de tupidos y gigantescos bosques, abundante de peces y mariscos, que alejaban el peligro del hambre.

El 3 de marzo de 1550 el conquistador trazó su planta, repartió solares y dio principio a la construcción de bodegas y casas provisorias donde pasar el invierno. Sin embargo, sólo al arribo de la primavera, el 5 de octubre de 1550, decretó oficialmente la fundación de la ciudad de Concepción del Nuevo Extremo e instituyó Cabildo. Concepción tiene una gestación que dura desde el 25 de febrero de 1550 hasta el 5 de octubre de ese año, fecha de su fundación oficial y legal.

Mientras tanto, esas casas y bodegas provisorias donde pasar el invierno, construidas algo al poniente de Penco, con un foso ancho y hondo para reforzar la defensa, es la empalizada de Penco.

Tambien es conocido este lugar por la ambientacion de la Araucana de Ercilla.

Alonso de Ercilla y Zúñiga había recibido una esmerada educación, enriquecida en sus viajes por Europa y siendo paje del después rey Felipe II le había acompañado en su séquito a Inglaterra cuando sus bodas con la reina María Tudor.

1554. 21 años… La Quimera, La Fantasía, La Fama, más que el magnetismo del oro, decidieron a un grupo de jóvenes españoles, a la sazón en Londres, a emprender la aventura de América, primero en Perú, luego en Chile, donde la guerra de Arauco llamaba a la fortuna y a la gloria con el estruendo sonoro de sus armas. Ercilla pasó a Indias en la expedición de Jerónimo de Alderete, 1555, y a Chile con don García Hurtado de Mendoza, nombrado a los 21 años Gobernador del reino por su padre, el virrey del Perú, marqués de Cañete. Arribó en la hueste de don García a La Serena, en junio de 1557, y a la bahía de Concepción, isla Quiriquina, en julio de aquel año, en medio de una furiosa tempestad, en pleno invierno austral. Pasó con el ejército de don García al continente, en agosto, y tomó parte en la reconstrucción del abatido fuerte de Penco, en la Concepción que los indios habían devastado. Militó en Arauco y asistió todas las batallas y fundaciones que fiel y prolijamente describe en su poema y llegó hasta la Isla Grande de Chiloé.

Cuenta Ercilla que durante las penosas campañas de Arauco escribía cada noche los combates del día.

De regreso de aquella incursión, invernando con la hueste de don García en La Imperial, continuó escribiendo La Araucana.

Después del incidente de La Imperial con el caballero don Juan de Pineda, a propósito de unas justas de caballería en que participaba el joven gobernador de Chile, fue sometido a prisión y condenado a muerte, pena que le fue conmutada por la de destierro del reino. Mientras llegaba la ocasión de partir, continuó escribiendo La Araucana. A fines de diciembre de 1558 o a principios de 1559 se embarcó desde Concepción para el Perú, y desde allí, siguió a España. No conoció Santiago.

A diferencia de los poemas clásicos, La Araucana no tiene héroe central: el verdadero héroe es el pueblo araucano. Y Concepción, la "vieja Penco herbosa, arruinada", la "famosa ciudad de muros levantada", es uno de los escenarios de la obra. La Araucana es la historia y el poema de la guerra de Arauco y del nacimiento de Chile. Se le considera nuestra primera historia, sobre todo en cuanto se refiere a los hechos de los que Ercilla fue testigo o autor. Escrita en octavas reales es el poema épico más célebre de la lengua castellana y famoso en la literatura universal.

Ercilla publicó La Araucana en España, en tres partes sucesivamente, los años 1569, 1578 y 1589.

El Gobernador de Chile Antonio de Acuña y Cabrera, a quien se le inculpaba la mala dirección de la guerra de Arauco, resolvió dominar la gran sublevación indígena de 1655 que se extendía por todo el Sur, estableciéndose el 12 de enero de ese año en el Fuerte de Buena Esperanza de Rere, situado donde hoy se levanta el pueblo de este nombre, y que era lugar bien defendido por aguerridas tropas españolas.

El domingo 14 de febrero el gobernador acababa de oír misa cuando empezaron a llegar los fugitivos, hombres, mujeres y niños, que se habían salvado del saqueo y destrucción en las estancias vecinas. El Gobernador Acuña y Cabrera estaba en condiciones de defender la plaza, pero sea porque quiso acudir al socorro de Concepción, como él mismo decía, o por poner a salvo su persona, como dijeron sus acusadores, ello es que resolvió evacuar la ciudadela.

Al amanecer del siguiente día 15 de febrero salieron de la plaza cerca de 3.000 personas que se habían juntado allí: soldados, religiosos, mujeres y niños, sin más bagaje que el que podían llevar a mano, unos a caballo, otros a pie. Los precedía el padre jesuita Domingo Lázaro, quien llevaba en sus manos el Santísimo y los fugitivos salieron en procesión, encomendándose a la protección de Dios.

Por fortuna no tuvieron mayores inconvenientes y después de dos días de peregrinaje llegaron a Concepción, donde se les recibió con el mayor cariño y veneración.

Buena Esperanza de Rere quedó abandonada y fue saqueada e incendiada por los indios, con sus iglesias, casas y cuarteles.

Después del terremoto y maremoto del 25 de mayo de 1751, el Gobernador Ortiz de Rozas vino a la destruida Concepción de Penco y oyó a los vecinos que solicitaban el traslado de la ciudad a un lugar más seguro. Visitó los terrenos que se proponían, y viendo que los habitantes no se ponían de acuerdo, para no dejarlos descontentos resolvió que en Cabildo Abierto cada uno emitiera su voto por uno de los tres sitios que propuso, y que se eligiese el que obtuviese mayoría. Los lugares propuestos fueron: La Loma de Parra, que cae a la parte septentrional de la boca del puerto; el Llano de Landa, que estaba sobre el monte que estrechaba la destruida ciudad y el Valle de la Mocha, entre los ríos Andalién y Biobío. Hubo mayoría de votos por el último y se expidió el decreto para que en éste se reedificase la ciudad.

Este valle está situado a orillas del Biobío, hacia el Norte distante de San Vicente dos leguas y media y otras tantas de Penco. Extendiéndose entre los ríos Andalién por el norte y el Biobío por el Sur Este y por el Oeste las lagunas de Galindo y Las Tres Pascualas y los collados de Chepe y Gavilán.

El traslado dio lugar a una larguísima tramitación de 12 años. El obispo José de Toro Zambrano y grupos de influyentes vecinos oponíanse tenazmente al proyecto de traslación. Por una Real Cédula de 6 de Octubre de 1757, dada con acuerdo del Fiscal del Real Consejo de Indias, se aprobó el Decreto del Gobernador Ortiz de Rozas que disponía el traslado de la ciudad al Valle de la Mocha. Entre tanto murió el Obispo Toro Zambrano y su sucesor, don Fray Angelde Espiñeira, era proclive a la mudanza y, después de otras tramitaciones, el Gobernador Antonio de Güill y Gonzaga, el 2 de noviembre de 1764, dispuso la traslación y declaró a Concepción "para ser capital del Obispado y por único puerto de registro, surgidero y amarradero de los navíos que entrasen a la bahía (de Concepción) el conocido con el nombre de "Talcahuano".

En el siglo XVIII decae un poco la belicosidad de los araucanos y se continúa con el sistema de los parlamentos, en los cuales el Capitán General, Gobernador del reino, y los caciques principales, llegaban a acuerdos recíprocos, haciéndose concesiones mutuas. Famoso fue el Parlamento de Negrete. Fue convocado por el Gobernador Ambrosio O'Higgins, quien reunió a los principales caciques, instándoles al mejor cultivo de la tierra y al comercio recíproco.

Negrete está en la ribera austral del Biobío y casi al frente de su confluencia con el Bureo, a 36 Kms. al SE de Nacimiento, por el camino a Mulchén.

El 27 de febrero de 1793 salió el Gobernador Ambrosio O'Higgins de Los Angeles y se instaló en las ramadas que había hecho levantar en los hermosos campos de Negrete. Allí se le reunió el Intendente de Concepción, Francisco de la Mata Linares, cerca de 1500 soldados de línea o de milicias y 66 oficiales. Asistió en representación del Obispo de Concepción el deán de la Catedral (después su Obispo) Ilsmo. José Tomás de Roa y Alarcón. Por parte de los indios concurrieron, según las actas del Parlamento, 161 caciques, 16 capitanes araucanos, 11 mensajeros, 77 capitanejos y 2.380 mocetones, dispuestos a participar en las fiestas y regocijos con que se les agasajaba. Los indios de la costa fueron los últimos en llegar, demorando la iniciación del parlamento que se inauguró el 4 de marzo y duró 3 días. El Gobernador O'Higgins pronunció un discurso invitando a los indios a la paz y a las recíprocas relaciones beneficiosas a ambas partes.

Después de 3 días de reuniones alternadas con banquetes en que se servía a los indios abundante carne y mucho vino, los indios juraron aparatosamente paz y sumisión al rey de España y una vez recibidos los regalos con que se les obsequiaba, volvieron a sus tierras con gran bullicio y algazara.

AÑOS POSTERIORES.

http://img255.imageshack.us/img255/9444/bolivar-sanmartin.jpgEn plena campaña guerrera el Libertador Capitán General Bernardo O'Higgins en su campamento en Los Morrillos de Perales (camino viejo a Talcahuano), firmó sobre un tambor una comunicación al Coronel español José Ordófiez, ex-Intendente de Concepción y a la sazón Gobernador del Rey en ese puerto, aún en poder de los realistas y que era la principal puerta de entrada al territorio de la República: Le notificaba que Chile era un país libre y soberano, no una provincia insurgente. Dicha notificación, que era una verdadera Declaración de la Independencia, fue arrojada sobre las murallas realistas de Talcahuano el 1 de enero de 1818. Y jurada solemnemente ese mismo día ante el Ejército de la patria, en la plaza de armas de Concepción, que desde entonces se llamó Plaza de la Independencia.

(Una cosa es la Declaración de la Independencia, a que nos referimos, y otra muy distinta la firma del Acta Oficial de la Independencia, que O'Higgins firmó solemnemente en Talca, el 2 de febrero de 1818, cuya laboriosa redacción ha sido muy estudiada, y la cual fechó, reafirmando la Declaración antes señalada, "en el palacio Directorial de Concepción, 10 de enero de 1818").

Posterior a eso, hacia 1851 durante los gobiernos decenales Portalianos es escenario de la Batalla de Loncomilla.
El candidato oficial del Gobierno a la Presidencia de la República, el estadista Manuel Montt, obtuvo un gran triunfo en las urnas en la elección del 25 de junio de 1851. Los partidarios del General José María de la Cruz, el Caudillo del Sur, apoyado por el liberalismo chileno, entendieron que la elección estaba viciada por el franco y no encubierto apoyo del gobierno al candidato oficial y por la intervención electoral del Ejecutivo. Va a empezar la revolución de 1851 en Concepción y en La Serena, entonces ciudades extremas del territorio, equidistantes de Santiago y todas tres las más antiguas del país.

Manuel Montt asume la presidencia el 18 de septiembre de 1851. Cinco días antes, la noche del 13, estalló la insurrección en Concepción. La encabezó el general derrotado en las urnas, José María de la Cruz. Formó un ejército con las tropas veteranas de la Frontera, las milicias cívicas de la provincia de Concepción y algunos centenares de indios araucanos. Alrededor de 4.000 hombres. Las damas de Concepción vendieron sus joyas para avituallar el ejército. El General Manuel Bulnes Prieto, que acababa de entregar la Presidencia de la República, tomó en defensa del gobierno el mando del ejército regular y batió en Loncomilla, 8 de diciembre de 1851, al ejército rebelde de su primo el General de la Cruz. El expresidente penquista creyó así prestar un último servicio militar a la República, contribuyendo a consolidar sus instituciones.

Se calcula que en Loncomilla se batieron 3.500 hombres por cada lado. No hay un cómputo exacto de las bajas, pero se ha estimado que fueron la mitad de los combatientes de cada ejército. Es una de las batallas más cruentas de nuestra historia. Para Concepción significó el fin de su preponderancia política rectora en el Gobierno de la República. Después de Loncomilla, Concepción se recogió sobre sí misma y su primera reacción fue el arreglo de la ciudad. Principió por el centro, con la plaza de la Independencia.

El ingeniero Pascual Binimelis y Campos, de gran visión urbanística, Director de Obras Municipales, dibujó y proyectó para adornar la plaza un hermoso monumento. Rodeada de bien trazados jardines, se alza una soberbia pila, en cuyo centro una majestuosa columna sostiene la estatua de la diosa Ceres, símbolo de la agricultura, entonces la principal riqueza de la zona.

Guarnecen la columna cuatro grandes faroles de fierro y en su base cuatro hermosas sirenas soplan las caracolas que surten de agua a la fuente. La ejecución de este monumento fue encargada a Inglaterra y fundido en Liverpool bajo la dirección del artista belga Mr. Augusto Bleuze. La pila que la rodea está confeccionada con una hermosa piedra rosada, traída desde San Rosendo y canteada por el artista inglés Alejandro Strange, quien se avecindó en Concepción.

El monumento, que llamó la atención en Europa durante su elaboración, fue inaugurado en abril de 1856 y hoy, después de más de un siglo, se le considera como un símbolo de Concepción.

La gran fundación cultural de Concepción en el presente siglo es su Universidad, en 1917. El Rector del Liceo, Enrique Molina Garmendia, prestigioso educador y filósofo de relieve internacional, y el Dr. Virginio Gómez González, notable médico penquista, son los precursores que con un selecto grupo de intelectuales y de penquistas visionarios dieron principio al ideal largamente acariciado de tener una Universidad.

El 23 de marzo de 1917 formaron un Comité pro Universidad y Hospital Clínico de Concepción, compuesto de 23 personas de destacada actuación en sus diversas disciplinas.

No voy a relatar todo el proceso gestor de la Universidad, ello daría para un extenso estudio. Sólo dirá que la Universidad abrió sus puertas en 1919. Contó con las Escuelas de Dentística, Farmacia, Química Industrial, Pedagogía, anexándose la de Derecho, ya existente, que funcionaba a cargo del Liceo. Posteriormente fueron creándose otras: Medicina, Ciencias Físicas, Matemáticas, Ciencias Biológicas, Económicas y Administrativas, Ingeniería, Humanidades, Artes y Agronomía, etc.

Ayudaron, dentro de sus parcos medios económicos, los municipios regionales: "las damas penquistas y las colonias española e italiana se sacrificaron repetidas veces -recordaba Enrique Molina- organizando fiestas para reunir fondos en favor de la obra. Fue un enorme esfuerzo de cooperación regional".

Su primer Rector, desde 1919 hasta abril de1956, fue su fundador, Enrique Molina Garmendia. Primer Secretario General, Carlos Soto Ayala, hasta 1921. Después, hasta 1935, a lo largo de 15 años, Luis David Cruz Ocampo.

La Universidad de Concepción

La Universidad de Concepción tiene su asiento en el llamado Barrio Universitario, en La Toma, enclavado entre hermosas colinas de verdes pinares, con grandes edificios funcionales y prados embellecidos con estatuas y jardines. Sobresalen entre sus establecimientos la Biblioteca Central, una de las más ricas y mejor organizadas del país, y la Pinacoteca, que reúne muestras de la más valiosa pintura nacional. Su órgano de más alta expresión cultural es la revista "Atenea".

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