Los puntos de apoyo del nuevo régimen estuvieron dados fundamentalmente por una trilogía de fuerzas: la aristocracia, vinculada al grupo conservador y, en especial, los grandes hacendados; la Iglesia Católica y las fuerzas armadas, una vez que fueron purgadas de los oficiales que apoyaban al grupo liberal, encabezados por el general Ramón Freire, quien debe irse al exilio al Perú.
El general Joaquín Prieto, jefe de los vencedores en Lircay pasará a ser el siguiente Presidente de la República, aunque el artífice de este régimen fue Diego Portales como ideólogo y ministro del gobierno. De allí que el período sea conocido, también, como régimen portaliano.El factor decisivo fue la consolidación de un orden político que logró reemplazar el sistema colonial, de forma más permanente que el orden dictatorial de O'Higgins y más estable que los ensayos utópicos de los gobiernos "pipiolos". Mientras los demás países latinoamericanos continuaron debatiéndose en una sucesión de caudillos y de ensayos constitucionales, en Chile dicha etapa termina en 1830.
Según Portales el país debería seguir la forma republicana de gobierno. Dotando al Poder Ejecutivo de grandes poderes convirtiendo al Presidente de la República en una figura pública que estaría por sobre los vaivenes de la contingencia política y que podía prolongar su mandato por diez años. De ahí que para los críticos de este orden político en Chile se creaba una verdadera monarquía con apariencias republicanas.
Estimaban indispensable que el gobierno fuera "respetado, respetable e impersonal" y que aprovechara lo que el llamaba "el peso de la noche" (la tradición de obediencia al gobernante a través de la historia Colonial).
Además, abogaba por el respeto irrestricto de la ley y la sanción a sus infractores. La impunidad era para él la causa del desorden que todo lo invadía. Durante su gestión ministerial, gobernó con el apoyo de estados de excepción, que le permitieron perseguir a sus opositores como ejercer la censura sobre los medios de prensa.
En una carta enviada a su socio comercial, José Manuel Cea, en 1822, están las bases de su ideario político al decir: "La Democracia que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los países como los americanos, llenos de vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer una verdadera república. La monarquía no es tampoco el ideal americano: salimos de una terrible para volver a otra y ¿qué ganamos?. La República es el sistema que hay que adoptar; pero sabe como la entiendo para estos países. Un gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes. Cuando se hayan moralizado, venga el gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos".
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