Después de la derrota sufrida por las fuerzas patriotas en la batalla de Cancha Rayada (19 de marzo de 1818), se enfrentaron los ejércitos realista, a las órdenes de Mariano Osorio, y el independentista, al mando del general José de San Martín. El hecho de armas acaeció al sur de Santiago, en los llanos del río Maipo, en cuya parte occidental se situaron los realistas, extendiéndose en línea por sus alrededores. De otro lado, los patriotas ocuparon los cerrillos de Maipo, al poniente. Poco antes del mediodía, San Martín ordenó que abrieran fuego las ocho piezas de artillería del comandante Manuel Blanco Encalada y las cuatro de reserva.
San Martín ordenó atacar a las divisiones dirigidas por Juan Gualberto Gregorio de las Heras y por Rudecindo Alvarado. Transcurrido un tiempo, el combate parecía ser indeciso: los realistas opusieron una resistencia mayor, lo que produjo un retroceso disperso y poco claro. Entonces, en la retaguardia patriota se escuchó el toque de carga de la reserva propia, que comandaba Quintana. En esos mismos momentos, los escuadrones de Cazadores de la Escolta Directorial, dirigidos por el coronel Ramón Freire, cargaron contra la caballería enemiga y la dispersaron. El teniente coronel Santiago Bueras cayó al frente de su escuadrón, con el pecho atravesado por una bala. La infantería patriota acometió con gran fuerza y la realista resistió con igual tenacidad. Poco a poco, los realistas comenzaron a ceder terreno. Mariano Osorio, creyéndolo todo perdido, se retiró a cambio de su protección personal. El general Ordóñez nunca se resignó a perder la batalla, organizando una resistencia que lo llevó a refugiarse en las casas de la hacienda Lo Espejo, pero rodeado por los cuatro puntos cardinales, se rindió. Cuando las últimas tropas realistas alcanzaban las casas de Lo Espejo, llegó el general Bernardo O’Higgins (convaleciente de las heridas sufridas en Cancha Rayada), seguido de un millar de milicianos y de algunos cadetes de la Academia Militar.
En el curso del combate murieron aproximadamente 1.500 realistas, más de 2.200 fueron hechos prisioneros (entre ellos el general Ordóñez, los coroneles Beza, Morgado y Primo de Rivera, y otros cinco comandantes), y sólo 700 hombres, al mando del coronel Rodil, culminaron con éxito la retirada. Por lo que se refiere a los patriotas, casi 2.000 perdieron la vida en el campo de batalla
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El general chileno Bernardo O'Higgins, convaleciente de una gran herida (producto de la derrota aliada en Cancha Rayada), se presentó poco antes de terminado el último ataque contra los realistas y entusiasmados por la victoria San Martín y O'Higgins se abrazaron victoriosos en una escena que dio origen a un cuadro, el histórico abrazo conocido como El abrazo de Maipú, donde O'Higgins le dice a San Martín ¡Gloria al salvador de Chile! y San Martín le responde General: Chile jamás olvidará su sacrificio presentándose al campo de batalla con su gloriosa herida abierta. Gracias a esta batalla se aseguró la Independencia de Chile.
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