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martes, 30 de septiembre de 2008

GOBIERNO DE DON PEDRO MONTT MONTT(1906 - 1910).



Candidato presidencial de la Coalición (nacionales y conservadores) en 1901, fue derrotado por Germán Riesco Errázuriz, abanderado de la Alianza Liberal. El desprestigio en que cayó el gobierno de Riesco hizo aumentar las esperanzas puestas en Montt, que se volvió a presentar en 1906, aunque ahora como abanderado de la Alianza Liberal.


Al iniciar su gobierno, Montt se propuso como objetivos principales eliminar los excesos del parlamentarismo y reinstaurar en Chile la moneda sana (así le decía al regreso de la moneda al patrón oro). Mas no pudo alcanzar sus objetivos, ya que el sistema político parlamentario estaba viciado: cualquier iniciativa política del presidente era anulada por sus adversarios en el parlamento, especialmente por Juan Luis Sanfuentes, el principal y más preponderante político del parlamentarismo chileno, que era maestro para hacer y deshacer ministerios.

Además, le cupo al presidente Montt hacer frente a los quebrantos económicos producidos por el terremoto de 1906, acaecido un mes antes que asumiera. A esto se le agregó una crisis económica que impidió realizar su proyecto del retorno al patrón oro, pues al intentar resistirse a la propuesta del parlamento de emitir billetes, sus ministros renunciaron y no encontró a ninguno que aceptara una cartera sin emisión. Los efectos de estas emisiones se reflejaron en una altísima inflación, que afectó principalmente a los porotos (40% de aumento de precio), al trigo (100%) y a la carne (125%).

A pesar de sus fracasos en estas materias, puso todo su esfuerzo y energía en las obras publicas, reconstruyó Valparaíso, su puerto y el de San Antonio, construyó escuelas para 100.000 alumnos de primaria, terminó la Escuela y Museo de Bellas Artes, la Escuela de Farmacia, el Instituto Comercial, el Instituto de Educación Física y Técnica, la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena, etc. El mandato de Pedro Montt fue prolífico en materia de obras públicas. Una de las áreas beneficiadas fue la ferroviaria, con la aprobación en 1908 del proyecto para la construcción del ferrocarril longitudinal, que conectaría el territorio desde Tacna hasta Puerto Montt. Asimismo, dispuso construir la línea férrea desde Ancud hasta Castro, obras que terminaron en 1913. Incluso, Montt inauguró, en 1910, el Ferrocarril Transandino, que unía Los Andes (Chile) con Mendoza (Argentina). La muerte le quitó al presidente el sueño de verlo concluido.


Matanza de la Escuela Santa María de Iquique



Geográficamente toda la zona conocida en Chile como Norte Grande está constituida por el Desierto de Atacama, uno de los más secos del mundo. Los territorios de Tarapacá y Antofagasta fueron obtenidos por Chile tras la Guerra del Pacífico (1879-1884), significando para Chile acceder a una zona de riqueza mineral, compuesta principalmente por grandes yacimientos de cobre y salitre. Este último se convertiría a fines del siglo XIX en el principal puntal de su economía, siendo su exclusivo productor a nivel mundial. Las tensiones provocadas por el dominio de las minas había sido una de las grandes causales de la guerra civil chilena de 1891, cuando el bando del Congreso, protegiendo los intereses chilenos y británicos de la zona, vencieron en la contienda.

Los yacimientos se encontraban en la mitad de la pampa, denominación que se le da en Chile a la planicie existente entre el Océano Pacífico y los faldeos de la Cordillera de Los Andes. Según el censo del 28 de noviembre de aquel año, la Provincia de Tarapacá tenía 110.000 habitantes. En esta provincia y en la de Antofagasta trabajaban cerca de 40.000 operarios, de los cuales cerca de 13.000 provenían principalmente de Bolivia y el Perú. La vida en las minas era muy dura. Las empresas ejercían un duro control sobre la vida y obra dentro de los yacimientos, lo que provocaba un alto grado de vulnerabilidad de los trabajadores ante las arbitrariedades cometidas por los dueños, ya que este control desbordaba claramente el mero ámbito laboral de los trabajadores. La concentración de poderes era inmensa. Fuera de ser dueños de las viviendas obreras, las empresas contaban con un sistema policial propio, controlaban las pulperías y a todos aquellos que se dirigían a realizar negocios en las oficinas, establecieron un sistema exclusivo de pago por medio de fichas las cuales eran exclusivamente canjeables en las oficinas y negocios de su propiedad, y no dudaban en retrasar los pagos hasta por plazos de dos o tres meses.[2]

A principios del siglo XX, la cuestión social en la región de Tarapacá empezó a manifestarse en el malestar de los obreros de las Oficinas salitreras, que en distintas peticiones reclamaban al Gobierno de Santiago atención y mejoras en sus condiciones de vida y laborales, las cuales eran deplorables. Pese a lo anterior, los gobiernos parlamentarios eran reacios a intervenir en las negociaciones entre empleadores y trabajadores. Pese a esto, tendieron a considerar a los movimientos de gran escala (especialmente si iban acompañados de demostraciones masivas) como rebeliones incipientes

El 10 de diciembre de 1907 una huelga general se desató en la salitrera San Lorenzo y el paro amplió a la de Alto San Antonio, iniciándose la Huelga de los 18 peniques. Este nombre se debe a que los jornaleros pedían el pago de salarios a este tipo de cambio. La numerosa columna de huelguistas de Alto San Antonio llegó al puerto de Iquique, sede del gobierno regional, portando banderas de Chile, Perú, Bolivia y Argentina, alojándose en el hipódromo del puerto.[4] A este movimiento se sumaron otras oficinas salitreras, entrando en huelga también casi todo el comercio e industria del norte del país. Las demandas publicadas el 16 de diciembre en un memorial por los pampinos eran:

  • Aceptar que mientras se supriman las fichas y se emita dinero sencillo cada Oficina representada y suscrita por su Gerente respectivo reciba las de otra Oficina y de ella misma a la par, pagando una multa de $ 50.000, siempre que se niegue a recibir las fichas a la par.
  • Pago de los jornales a razón de un cambio fijo de 18 peniques. Libertad de comercio en la Oficina en forma amplia y absoluta.
  • Cierre general con reja de fierro de todos los cachuchos y chulladores de las Oficinas Salitreras, so pena de pagar de 5 a 10.000 pesos de indemnización a cada obrero que se malogre a consecuencia de no haberse cumplido esta obligación.
  • En cada oficina habrá una balanza y una vara al lado afuera de la pulpería y tienda para confrontar pesos y medidas.
  • Conceder local gratuito para fundar escuelas nocturnas para obreros, siempre que algunos de ellos lo pida con tal objeto.
  • Que el Administrador no pueda hacer arrojar a la rampla el caliche decomisado y aprovecharlo después en los cachuchos.
  • Que el Administrador ni ningún empleado de la Oficina pueda despedir a los obreros que han tomado parte en el presente movimiento, ni a los jefes, sin un desahucio de 2 a 3 meses, o una indemnización en cambio de 300 a 500 pesos.
  • Que en el futuro sea obligatorio para obreros y patrones un desahucio de 15 días cuando se ponga término al contrato.
Este acuerdo una vez aceptado se reducirá a escritura pública y será firmado por los patrones y por los representantes que designen los obreros.[4]

El 16 de diciembre, miles de trabajadores en paro llegaron a la ciudad de Iquique, respaldando las demandas de los salitreros a la autoridad provincial, con el fin de obtener su intervención. Las solicitudes anteriores, es decir, enviar comisiones con los petitorios a la autoridad, habían fracasado en 1901, 1903 y 1904.

El gobierno de Santiago, había dado ya la orden de traslado de tres regimientos para reforzar los dos que habían en Iquique y envió desde Valparaíso un crucero con tropas de desembarco: el 17 llegó desde Arica el crucero Blanco Encalada trasportando al regimiento Rancagua; el 18, anclaba en la bahía el crucero Esmeralda que traía tropas del Regimiento de Artillería de Marina.

El intendente interino Julio Guzmán García, mediaba en las negociaciones con los representantes pampinos, hasta que el 19 de diciembre llegaron al puerto el Intendente titular Carlos Eastman Quiroga y el general Roberto Silva Renard, jefe de la Primera Zona Militar del Ejército, acompañados del coronel Sinforoso Ledesma. Todos ellos fueron recibidos con aclamaciones por los obreros, quienes creyeron que venían comisionados para trasladarlos y solucionar sus problemas.[5]

A medida que avanzaba la huelga, más y más pampinos se unían a ella, llegándose a estimar que para el 21 de diciembre eran entre 10.000 y 12.000 los obreros en huelga en Iquique. A los pocos días de haber llegado, este gran conglomerado de trabajadores estaban reunidos en la plaza Manuel Montt y en la Escuela Domingo Santa María, pidiendo al gobierno que actuara de mediador con los patrones de las firmas salitreras extranjeras (ingleses) para solucionar sus demandas. Por su parte, los patrones se negaban a negociar mientras los obreros no reanudaran sus actividades.

Órdenes oficiales desde Santiago determinaban que los huelguistas abandonaran la plaza y la escuela y se ubicaran en el Hipódromo, para luego regresar en tren a las salitreras y reanudar sus faenas. Los pampinos se negaron, pues intuían que si regresaban a sus labores, sus peticiones serían ignoradas.

Frente a la creciente tensión que había ya entre los grupos, el 20 de diciembre de 1907 los dirigentes efectuaron una reunión con el intendente Eastman. En esos mismos momentos era declarado el estado de sitio, haciendo que las libertades constitucionales fueron suspendidas, todo esto por medio de un decreto publicado en la prensa. Mientras la reunión se efectuaba en la oficina salitrera Buenaventura, un grupo de obreros con sus familias trataron de abandonar el lugar y fueron acribillados en la línea férrea. Como resultado de esta acción 6 obreros murieron y los demás terminaron heridos.[5]

El 21 de diciembre de 1907 se efectuaron los funerales de los obreros, e inmediatamente después de concluir las ceremonias se les ordenó a todos los trabajadores que abandonaran las dependencias de la escuela y sus alrededores y se trasladaran a las casuchas del Club Hípico. Los obreros se negaron a ir, temiendo ser cañoneados por los barcos que apuntaban el camino que deberían recorrer hacia dicho lugar.

El general Roberto Silva Renard, junto al coronel Ledesma, tenían la misión de desalojar a los trabajadores en huelga. Se señaló a las 2.30 de la tarde, a los dirigentes del comité de trabajadores, que si no salían del edificio abrirían fuego contra ellos. Ante la negativa de éstos, el jefe militar reiteró que abriría fuego sobre los huelguistas a las 3.30 de la tarde. Pese a las amenazas reiteradas, sólo un pequeño grupo de trabajadores abandonó la plaza.

A la hora señalada por Silva Renard, éste ordenó a los soldados disparar a los miembros del comité que se encontraban en la azotea de la escuela, quienes cayeron muertos con la primera descarga. La multitud, desesperada y buscando escapar, se arrojó sobre la tropa y ésta repitió el fuego al que se le añadió el de las ametralladoras. La tropa, después de lanzar fuego graneado desde la plaza, entró ametrallando por los patios y las salas de clase, matando a destajo sin reparar en las mujeres y niños que pedían a gritos clemencia. Los sobrevivientes de la matanza con posterioridad fueron llevados a sablazos hasta el Club Hípico, y desde allí a la pampa, donde se les impuso un régimen del terror.

Imagen:Fernandez Albano.jpg

El presidente estaba enfermo de arteriosclerosis y arritmia cardiaca, enfermedades que cada día se iban agravando más y más. En 1902, fue a Río Bueno a consultar por ayuda al Padre Tadeo Wiesent, famoso por su sitema de sanación hidroterápico, pero se guió solamente por lo que le dijeron sus médicos, haciendo caso omiso a los consejos de Tadeo, y por esta razón, el 16 de julio de 1910, el presidente se embarcó hacia Alemania, junto a su mujer y su médico, esperando que lo médicos alemanes pudieran darle mejoría. Dejó a cargo, como vicepresidente de la república, a Elías Fernández Albano. Su barco llegó a Panamá y de allí tomaron un barco a Nueva York, y desde aquí tomaron otro a Alemania. El viaje fue muy cansador y debilitó las últimas fuerzas del presidente.

Llegó a Bremen el 16 de agosto. Se alojan él y su corta comitiva en un hotel. De noche, cerca de la medianoche, fallece, siendo causas probables de su deceso un ataque cardiaco o un derrame cerebral.

Sus restos fueron llevados a Chile, y el 26 de agosto se celebraron sus funerales, donde asistió una multitud para dar el último adiós al presidente Pedro Montt



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